LOS ULTIMOS FUSILADOS
El
27 de septiembre de 1975 entró en la historia como el día donde se produjeron
en España los últimos fusilamientos ordenados por la dictadura de Francisco Franco;
régimen que llenó de sangre, persecución y muerte al país ibérico por más de 36
años.
Con
el dictador enfermo y debilitado en su salud y un régimen que, hacía aguas ante
la presión popular, los franquistas hacían esfuerzos por mantenerse en el poder
y para ello apelaron a decretos, leyes y cuanta medida represiva que les
garantizara al menos una continuidad.
Bajo
esa premisa el 26 de agosto de ese año el régimen aprobó el Decreto-ley 10/1975
sobre prevención al terrorismo que endurecía las sanciones contra todo aquel
que protestara o hiciera algún acto contra funcionarios públicos, agentes del
orden, militares u otros elementos afines al franquismo.
Aupados
por ese decreto, en septiembre se desarrollaron los juicios contra varios
integrantes de ETA y FRAP, dos agrupaciones identificadas como terroristas. En
esos juicios se condenaron a 11 reclusos a la pena de muerte, algo que disparó
la oposición interna y de toda Europa a la dictadura.
Los
mensajes de clemencia y la solicitud para conmutar las penas llegaban de todas
partes del mundo, incluido el Papa Pablo VI, quien no fue recibido por Franco
en una actitud intolerante.
El
26 de septiembre y bajo la enorme presión internacional, el gobierno de España
decidió conmutar 6 de las penas de muerte por prisión perpetua, pero mantuvo
firme el fusilamiento de 5 de los condenados, los que fueron ejecutados al otro
día en las prisiones de Barcelona, Burgos y Madrid.
El
dolor, la rabia y la oposición a la dictadura crecieron con esas ejecuciones.
En medio de ese ambiente el cantautor
Luis Eduardo Aute envió a los censores del régimen un grupo de canciones.
En el paquete incluyó varias con textos provocativos que sabía que serían
rechazadas, pero también incluyó otra, en apariencia de corte romántico y que
no fue detectada por los representantes de las podas.
Tras
la canción se escondía todo un alegato contra la pena de muerte y una proclama
a la libertad. Las metáforas de la composición pasaron totalmente
desapercibidas para la censura.
El
propio autor declararía años más tarde que la compuso los días previos a los
fusilamientos de Ángel Otaegui y Juan Paredes (de ETA político-militar) y de
José Luis Sánchez Bravo, Ramón García Sanz y José Humberto Baena (del FRAP). La
escribió rápidamente; quizás ha sido la canción que menos tiempo ha tardado en
componer.
Grabada
ese mismo año por Rosa
León, la gente la cantó y se apoderó de su mensaje como un himno de
protesta a la pena de muerte y al régimen de Francisco Franco. Su popularidad
impacto en toda España, convirtiéndose en un himno popular.
El
propio Aute, la incluiría en un disco tres años después de componerla; ya para
entonces la dictadura había dado paso a la democracia y Francisco Franco había
muerto en su lecho sin responder ante la justicia y su pueblo por tantos
crímenes.
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