lunes, 18 de junio de 2018

DISCIPLINA LABORAL, ¿ES POSIBLE?



Muy difícil se hace esclarecer un tema cuando su razón de ser se ha perdido. Así pensaba cuando organizaba las ideas para algo tan vital como la disciplina laboral.
No hay que resaltar cifras de cumplimientos o números significativos de producciones, mucho menos nombrar ejemplos imperecederos.
Cuba se reordena económicamente y ese hecho supone cambios trascendentales. Los resultados no llegarán tan rápido como las transformaciones. Estas últimas nos sobrecogen muchas veces, pues no todo lo que es necesario hacer, puede alegrarnos a cada uno de nosotros. Nuestros cuerpos y mentes, acostumbrados a un ritmo, deben flexibilizarse para acoger los nuevos tiempos.

Claro que no estoy seguro que siempre se estén dando pasos firmes por los organismos encargados de organizar y dirigir tan complejo entramado social y laboral, para que las buenas intenciones no nos lleven al lugar equivocado.
Soy testigo cotidiano de cómo, en dependencia del líder o jefe de una institución, un colectivo puede sentirse más o menos comprometido con su responsabilidad ante la sociedad. No debiera ser, pero ocurre, porque los hombres necesitamos una guía, y si esa no es la correcta, el caos puede sobrevenir.
La disciplina laboral no se impone desde una resolución ministerial ni se aplica mediante la mano torpe de un malogrado aprendiz de jefe, al cual el colectivo no sigue y, por tanto, mucho menos respeta.
Cuando un hombre siente necesidad de levantarse temprano, alistarse y llegar puntual cada día a su puesto; cuando saluda a todos desde que entra, comenta sobre las tareas del día y busca las mejores vías para cumplirlas, es porque su cuerpo y su mente están entrenados para vivir en sociedad y cumplir deberes.
Disciplina es sentido de pertenencia y respeto por uno mismo, por el trabajo y por la familia que cree en nosotros y espera de nuestros mejores resultados. Solo haciendo de cada puesto de trabajo una rutina inviolable, se logra hacer siempre bien la tarea asignada. Esa es la magia para hablar de calidad en el proceso tecnológico y para lograr eficiencia económica.
Conocemos de los múltiples problemas de la economía cubana, pero siempre hay colectivos que se organizan y salen adelante, a otros no los salva ni el médico chino. Los que trabajan en los primeros se esfuerzan, entienden cuando se les pide hacer horas extras, cuando alzan su mano para señalar algo que no anda bien y son escuchados, saben que hicieron lo correcto.
Donde exista un colectivo sin guía firme y capaz, los trabajadores disciplinados tratarán de resolver en vano cada entuerto y podrán sentirse mal por no encontrar respaldo. Y peor, cuando los resultados aborten las esperanzas de productividad y mucho menos de estimulación moral o material.
La disciplina laboral nunca será un lema. Si la administración y la correspondiente sección sindical no llegan a acuerdos constructivos, nada funcionará debidamente y la eficiencia económica será un sueño del pasado, convertido en quimera.

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