domingo, 26 de enero de 2014

UNA HISTORIA PARA CONTAR




Bejucal, Mayabeque, Cuba - El ferrocarril de Bejucal, inaugurado el 19 de noviembre de 1837, motivado por un interés económico a iniciativa de la Junta de Fomento presidida por el Conde de Villanueva. Esta construcción trajo importantes beneficios económicos a la localidad al estrechar relaciones mercantiles con varias zonas y la capital, a través del ferrocarril Bejucal recibía una influencia cultural incalculable. Aquí comenzaban sus giras de interior las compañías teatrales y musicales cubanos y extranjeros más importantes.

Nada puede compararse al alcance que representó la llegada del primer ferrocarril a Cuba y América Latina para toda la vida económica, social y cultural del territorio. Cientos de inmigrantes europeos (canarios, irlandeses, gallegos, alemanes, etc.) y esclavos sobre todo, requirió esta obra sin precedentes en la historia colonial.

Muchos quedaron sepultados bajo el "camino de hierro", un costo de dos mil vidas humanas, una por cada 60 metros de vía. Muchos de los que sobrevivieron a ese drama sentaron residencia definitiva en Bejucal. En muy breve tiempo se registró un estallido poblacional derivado de la obra y el funcionamiento del transito ferroviario.

Cirilo Villaverde buscó escenarios para sus novelas en este pueblo en 1839, y hubo abundantes periódicos y libros, antes que imprentas, como atestiguan los Documentos consistoriales. La corriente cultural que fluía con el ferrocarril dejó su huella también en la caracterización definitiva de las Charangas de Bejucal. No hubo posteriormente ningún incremento poblacional tan amplio y heterogéneo como la construcción y funcionamiento del camino de hierro.
En Agosto de 1830, a solicitud de la Sociedad Económica de Amigos del País, el Marqués de la Cañada de Tirry y Don Juan Agustín Ferreti redactan un informe donde propugnan la construcción de caminos de hierros en Cuba para acelerar el desarrollo agrícola e industrial.

Fue Claudio Martínez de Pinillos, Conde de Villanueva, quien hábilmente aunó criterios y convenció a las autoridades españolas y al grupo dirigente de hacendados Criollos sobre los beneficios de la construcción del ferrocarril, fundamentalmente para el desarrollo de la Industria azucarera.

El Conde de Villanueva fue Presidente del Real Consulado, organismo a través del cual lleva a cabo su programa económico y entre los logros positivos de la Intendencia de Haciendas bajo su dirección desde 1825 hasta 1852 están la mecanización de la industria azucarera, el fomento del tabaco y la construcción del ferrocarril. A su gestión se debió la formalización de Inglaterra el 1 de agosto de 1833 de un empréstito de 1 500 000 pesos para la construcción del camino de hierro en la Isla.

El Ingeniero N. A. Benjamín H. Wright, en Diciembre de 1833, recomendado por el Cónsul de Estados Unidos, es quien hace los cálculos del primer camino de hierro que se acepta de La Habana hasta El Rincón de Santiago de las Vegas.

El 9 de diciembre de 1835 se inicia la obra luego de haberse contratado al Ingeniero norteamericano Alfredo Kruger que vino acompañado de una brigada de ingenieros civiles. La mano de obra utilizada en la construcción del ferrocarril fue muy variada y explotada. Las primeras dos brigadas de obreros estuvieron compuestas, una por irlandeses y la otro por isleños de Canarias.

Más tarde contó con 289 peones negros, casi todos esclavos, que por las condiciones de vida y las forzosas labores morían. Esto trajo consigo a la empresa un gasto elevado para entierros, por lo que se decide emplear obreros que tuvieran los mínimos conocimientos requeridos y que al ser asalariados dejaran de representar gastos adicionales para los empresarios y administradores. Entonces se contrataron en Estados Unidos de 800 a 1200 operarios que vinieron en calidad de sobrestantes.

Ya en 1837 tiene lugar una sublevación de los isleños que participaban en la construcción de la línea férrea entre Buenaventura y El Rincón. Se rebelaron armados de palos y cuchillos ante la mala alimentación y el trato recibido. El Alcalde de Bejucal envió al Gobernador de la Isla que ordenó abrir una investigación sumaria al efecto, una queja haciendo constar la inconformidad de 23 isleños ante el pago de su salario que se efectuaba al no existir en la contrata ningún artículo que obligar a pagárseles en días fijos. Por esta sublevación no obtuvieron beneficio alguno sólo una gran represión, este episodio es considerado por muchos la Primera huelga cubana de carácter obrero.

El Gobernador Tacón recibió un permiso de la metrópoli para colocar 140 prisioneros procedentes de España, los que se dividieron en 7 brigadas sometidos a las órdenes de un oficial y dos sargentos con el fin de continuar esas labores.

Los trabajadores del ferrocarril eran albergados en barracas situadas dentro del área laborable y sólo salían de allí los días festivos. Eran abundantes las deserciones, llegaron a hacerlo en partida de 15 y 20 hombres que se colocaban en cualquier puesto que les ofrecieran con tal de librarse de los disturbios y de las pésimas condiciones laborables, aunque eran multados aquellos que les dieran trabajo a los del ferrocarril. Numerosos fueron los muertos y accidentados que costó la construcción de esta vía férrea e inhumana fue la explotación a que fueron sometidos.

El primer camino de hierro cubano y de Latinoamérica se inaugura finalmente el 19 de noviembre de 1837 y fue el tramo Habana-Bejucal. A pesar de las inclemencias climáticas, llovía desde la madrugada, toda una multitud contempló asombrada los ruidosos movimientos de la locomotora. A las 8 de la mañana en ocasión del homenaje por el santo de la Reina Isabel II, salió el primer tren en dirección a Bejucal. Con su partida Cuba se convertía en el séptimo país del mundo en disponer de esa vía de transporte, aventajando en más de una década a la propia metrópoli española.

El acto de inauguración del ferrocarril en La Habana fue solemne y memorable, acudió un gentío inmenso resultando pocos los carros para transportar a los miles de pasajeros que acudieron al suceso. Cuando el tren hizo su entrada en Bejucal, era esperado por el Ayuntamiento en pleno con su Alcalde al frente y todo el pueblo vestido de fiesta. Las dos primeras locomotoras que corrieron el día del estreno de la vía fueron las llamadas Colón y la Kruger que tenían más de 12 toneladas de peso.

Con la apertura del tramo de 30 millas entre Bejucal y Güines el panorama económico de este medio de transporte cambia favorablemente. En 1838 las recaudaciones estuvieron cerca de los 100 000 pesos pero en 1839 con el funcionamiento del ferrocarril a plena capacidad, se obtuvieron 171 792 pesos por concepto de pasaje y 136 484 por carga, con un ingreso de casi 1000 pesos diarios. La línea Bejucal-Güines duplicaba por su extensión el tramo construido en un inicio, sin embargo resultó ser una obra más sencilla desde el punto de vista técnico.

Su trazado partía de Bejucal con dirección sur pasando cerca de los poblados de Buenaventura y Quivicán. En este último punto al cruzar el Río Quivicán la ruta toma rumbo este hacia San Felipe y manteniendo esa dirección pasaba por las cercanías de Guara y Melena del Sur hasta llegar finalmente a Güines.

El primer camino de hierro transforma de un modo directo el entorno urbano bejucaleño que experimenta un notable crecimiento hacia el sur. Se prolongaron las calles Real y Sacristía e igualmente se habilitaron otras nuevas con el fin de acortar el trayecto entre la Estación ferroviaria y el área urbana.

Estas calles se nombraron Nueva, Lucero, Guásima (a fines de la década del 30), Encarnación (década del 40), Ceiba (década del 60) y Recinto (década del 70). El plano de la ciudad en el Siglo XIX excede en 24 manzanas el trazado original de la centuria anterior. Además este medio de transporte abrevió las distancias, multiplicó la comunicación con la capital y representó una ruta cómoda, fácil, acelerada y de menos costo.

Al extenderse el marco físico de la zona citadina de Bejucal, aumenta el número de casas y se incrementan los establecimientos comerciales. Las relaciones con la capital ganan en cantidad, calidad y rapidez lo que posibilita elevar el nivel de vida junto al ambiente cultural de los bejucaleños. El ferrocarril, índice máximo de la civilización de esa época, contribuyó a propagar los aires de modernidad hacia todas aquellas poblaciones a las que llegó.

En la centuria decimonónica en Bejucal fueron rotuladas las calles y numeradas las casas que como consecuencia de los nuevos tiempos adecuaron las novedades arquitectónicas y las técnicas o materiales constructivos. Se empleó el cristal en las edificaciones, aumentó el uso del hierro, aparecen azoteas, portales, puentes y viviendas con altos en la localidad.

Manuel García, propietario de terrenos situados en las afueras de Bejucal, vende a la Junta de Fomento 47 cordeles con 521 varas del total de sus propiedades. El contrato se formaliza un año después de la apertura de la vía férrea pero ya desde antes se había legalizado la venta de la zona donde se levantarían los depósitos de almacenaje.

Se abre un pozo destinado al necesario abasto de agua y se construye en 1838 una garita para el despacho de billetes. A pesar de los esfuerzos coincidieron en un mismo local las necesidades del trasiego de mercancías con la estancia de pasajeros. A la ausencia de sala de espera y de un adecuado andén se sumaba el mal estado del edificio. Hacia 1841 la Compañía del Ferrocarril acomete la reparación del almacén y se inaugura la casa de pasajeros.

En 1855 a iniciativas del Teniente Gobernador Juan de Medina se inicia la construcción de un puente que sobrevolara el camino Real de la Habana a Batabanó y se extendiera hasta los terrenos próximos a la casa de pasajeros. Esa obra conocida como "puente y alameda de Medina", no facilitaba la llegada de los usuarios al concurrido paradero, pues causaba demasiada demora el dar la vuelta por el extremo suroeste del pueblo para llegar con posterioridad a las inmediaciones del ferrocarril.

En 1868 Don Agustín Planell, comerciante propietario de varios solares ubicados en la parte sur de la ciudad y que limitaban con la calle Real y la vía férrea, acuerda cederlos al Ayuntamiento local con el objetivo de crear un punto de recreo para el fomento de la ciudad.












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