lunes, 25 de junio de 2018

¿EL MEDIO AMBIENTE ES SOLO LA MITAD DEL MUNDO?



Medio nos suena a mitad. Pero en realidad es el conjunto de circunstancias culturales, económicas y sociales en que vive una persona.
Cuando tratamos el tema del medioambiente ya nos adentramos en los ecosistemas y su funcionamiento, es decir, en la comunidad de seres vivos cuyos procesos vitales se relacionan entre sí y se desarrollan en función de los factores físicos de un mismo ambiente.
Los vocablos a veces nos confunden y no nos permiten distinguir las pequeñas diferencias que nos rodean.

Habría que recordar aquel bello programa de la televisión española: El hombre y la tierra o el criollísimo y muy esperado por nosotros: Entorno. En ambos, apasionados de la naturaleza, de sus especies, de los proyectos para que estas no se agoten, para rescatar algún animalito casi extinguido, nos hacían vivir hermosas aventuras que, desafiantes, emprendíamos con ellos desde las salas hogareñas.
En la mayoría de los casos, se lograba el objetivo. Así nos realizábamos como seres humanos amantes de nuestra geografía local y global, y poco a poco ayudábamos a nuestros hijos a pensar en lo valioso de cuidar todo lo que nos rodea.
Y es que nada queda aparte en el globo terráqueo. Es imposible restarle importancia a que ya no habrá más nieves en el Klimanjaro. Es de necios creer que eso resulta superficial si lo comparamos con la sequía que sufren nuestros suelos por épocas, mientras en otras ocasiones las presas se saturan.
Mientras alguien no sienta en su piel el daño que le provoca caminar por calles sucias, no le importe arrancarle un pedazo al ecosistema para construir una vivienda o continuar abusando de sustancias químicas como fertilizantes, el mundo en que vivimos será más difícil, menos hermoso, más agresivo y las especies todas, incluida la humana, estarán en peligro.
El papelito que usted nunca aprendió a guardar en su cartera o bolsillo, por no encontrar cesto de basura a su alrededor, podría dolerle tanto como sus riñones cuando enferme de cálculos, por no beber un agua libre de elementos químicos, pesados, imperceptibles, pero tan dañinos a su organismo como la acumulación de basura en las laderas de un río, que se contamina aunque lo veamos transparente.
Así funcionan los ecosistemas. Todo está concatenado. Vivir el momento sin pensar en lo que vendrá después es muy similar a dejar caer bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. Los daños lo sufrirán terceros. Eso, quizás, lo pensemos, o tal vez no tengamos capacidad ni para meditarlo. Igual hacemos el mal cuando somos ignorantes que cuando le restamos importancia al problema.
Pensar que los culpables serán enjuiciados por un dios todopoderoso alivia a unos cuantos. Pero puede preguntarle a cualquier científico quién nos salvaría si nuestro majestuoso río Ariguanabo dejara de correr, de jugar a perderse en la cueva del Sumidero y reaparecer unos tantos kilómetros al Sur por playa Cajío. ¿Puede imaginarse cómo sería su vida o la de sus nietos sin esa corriente fluvial?
Detenga la mirada a su alrededor por unos instantes, ¿cuántos cubos de agua guardó hoy para su casa? ¿Cuántos tendría que guardar y desde dónde los traería si el manto freático se secara?
Los motores para impulsar el agua pueden romperse y expertos encontrarle solución a ese detalle. Si un río desaparece como el tigre de Bengala o las nieves del Klimanjaro, el ecosistema sufre afectaciones tan profundas como los habitantes de Hiroshima y Nagasaki. Serían daños irreparables que ahora mismo podemos evitar.










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