¿EL MEDIO AMBIENTE ES SOLO LA MITAD DEL MUNDO?
Medio
nos suena a mitad. Pero en realidad es el conjunto de circunstancias
culturales, económicas y sociales en que vive una persona.
Cuando
tratamos el tema del medioambiente ya nos adentramos en los ecosistemas y su
funcionamiento, es decir, en la comunidad de seres vivos cuyos procesos vitales
se relacionan entre sí y se desarrollan en función de los factores físicos de
un mismo ambiente.
Los
vocablos a veces nos confunden y no nos permiten distinguir las pequeñas
diferencias que nos rodean.
Habría
que recordar aquel bello programa de la televisión española: El hombre y la
tierra o el criollísimo y muy esperado por nosotros: Entorno. En ambos,
apasionados de la naturaleza, de sus especies, de los proyectos para que estas no
se agoten, para rescatar algún animalito casi extinguido, nos hacían vivir
hermosas aventuras que, desafiantes, emprendíamos con ellos desde las salas
hogareñas.
En
la mayoría de los casos, se lograba el objetivo. Así nos realizábamos como
seres humanos amantes de nuestra geografía local y global, y poco a poco
ayudábamos a nuestros hijos a pensar en lo valioso de cuidar todo lo que nos
rodea.
Y
es que nada queda aparte en el globo terráqueo. Es imposible restarle importancia
a que ya no habrá más nieves en el Klimanjaro. Es de necios creer que eso
resulta superficial si lo comparamos con la sequía que sufren nuestros suelos
por épocas, mientras en otras ocasiones las presas se saturan.
Mientras
alguien no sienta en su piel el daño que le provoca caminar por calles sucias,
no le importe arrancarle un pedazo al ecosistema para construir una vivienda o
continuar abusando de sustancias químicas como fertilizantes, el mundo en que
vivimos será más difícil, menos hermoso, más agresivo y las especies todas,
incluida la humana, estarán en peligro.
El
papelito que usted nunca aprendió a guardar en su cartera o bolsillo, por no
encontrar cesto de basura a su alrededor, podría dolerle tanto como sus riñones
cuando enferme de cálculos, por no beber un agua libre de elementos químicos,
pesados, imperceptibles, pero tan dañinos a su organismo como la acumulación de
basura en las laderas de un río, que se contamina aunque lo veamos
transparente.
Así
funcionan los ecosistemas. Todo está concatenado. Vivir el momento sin pensar
en lo que vendrá después es muy similar a dejar caer bombas atómicas en
Hiroshima y Nagasaki. Los daños lo sufrirán terceros. Eso, quizás, lo pensemos,
o tal vez no tengamos capacidad ni para meditarlo. Igual hacemos el mal cuando
somos ignorantes que cuando le restamos importancia al problema.
Pensar
que los culpables serán enjuiciados por un dios todopoderoso alivia a unos
cuantos. Pero puede preguntarle a cualquier científico quién nos salvaría si
nuestro majestuoso río Ariguanabo dejara de correr, de jugar a perderse en la cueva
del Sumidero y reaparecer unos tantos kilómetros al Sur por playa Cajío. ¿Puede
imaginarse cómo sería su vida o la de sus nietos sin esa corriente fluvial?
Detenga
la mirada a su alrededor por unos instantes, ¿cuántos cubos de agua guardó hoy
para su casa? ¿Cuántos tendría que guardar y desde dónde los traería si el
manto freático se secara?
Los
motores para impulsar el agua pueden romperse y expertos encontrarle solución a
ese detalle. Si un río desaparece como el tigre de Bengala o las nieves del
Klimanjaro, el ecosistema sufre afectaciones tan profundas como los habitantes
de Hiroshima y Nagasaki. Serían daños irreparables que ahora mismo podemos
evitar.
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