miércoles, 11 de enero de 2012

Celia por siempre entre nosotros

Es un día triste aunque su presencia sigue dándonos vida; la muerte de Celia Sánchez Manduley aquel 11 de enero de 1980 nos dejó consternados. Los cubanos reafirmamos las razones que siguen explicando por qué Celia es la flor más autóctona de la Revolución, como un día le llamara Fidel, la infatigable organizadora y guerrillera de la Sierra Maestra, la madre y hermana de los humildes, la bienhechora, la tesorera de todas las virtudes.
De niña aprendió en su escuelita rural a cocinar y a hacer trabajos manuales, consejera de las adolescentes, autora de la feliz idea de censar a los niños pobres del barrio para regalarles un juguete el Día de Reyes.
Participó activamente en la lucha clandestina. Enviaba mensajes y comida a los sobrevivientes del asalto al Cuartel Moncada, presos en el castillo del Príncipe. Fue la fiel colaboradora de Fidel en la Sierra Maestra, se ocupaba de los alimentos, la repartición del ganado entre los campesinos de las zonas liberadas, de los talleres de costura y de todas las actividades donde era necesario su concurso.
Tuvo el bello gesto de donar su pelo – fortuna de toda joven – para recaudar fondos y entregarlos al Movimiento 26 de Julio. Continuó, asimismo, delicada y sensible en disímiles tareas donde late su aliento.
Quedó su presencia de eco, de perfume y de caricia en el parque Lenin, en los jardines de toda Cuba, en las artes, en los museos porque en todo puso su mano sencilla e inteligente.
Fue especial con los hijos de los combatientes caídos en combate, con el campesinado, su delicadeza infinita se extremó con los pobres de la tierra.
Pensó igual que Martí que ser culto era el único modo de ser libre y en ello puso su empeño callado y generoso, por eso sus pétalos seguirán el eterno camino de la inmortalidad.

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