lunes, 9 de enero de 2012

Crimen de Tarará; ¡Que cobardía!

¡Que cobardía! La de aquellos delincuentes que llenos de traición y criminalidad ejecutaron un vandalismo sin límite la madrugada del 9 de enero de 1992.

“El piso está cubierto de sangre, no hay orden en el local. Ya cadáveres los miembros del Ministerio del Interior, el sargento de tercera Yuri Gómez Reinoso, de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), se encuentra en el extremo derecho, amarrado con una soga. El custodio Rafael Guevara Borges, agachado junto a una credencia y atado. El soldado Orosmán Dueñas Valero, de Tropas Guardafronteras, encima del buró, también amarrado”.

Así describieron agentes de la Policía, desde el lugar de los hechos de uno de los crímenes que con más dolor recuerda nuestro pueblo, considerado una escena dantesca. También el momento que llegaban al sargento de primera Rolando Pérez Quintosa, aún vivo, y lo trasladaban al Hospital Naval.


Yuri, Rafael y Orosmán se encontraban ese día de guardia en el Campamento de Pioneros José Martí, en Tarará, al Oeste de la capital, cuando un grupo de elementos contrarrevolucionarios penetró en la Base Náutica de ese centro infantil con el objetivo de sustraer una embarcación para emigrar ilegalmente hacia los Estados Unidos, en busca de la protección de la asesina Ley de Ajuste Cubano.

Luis Miguel Almeida Pérez, uno de los asaltantes, había trabajado allí, y sus conocimientos sirvieron para violentar la seguridad de la instalación. Mientras este antisocial conversaba con los combatientes, el resto de los delincuentes esperaba para atacarlos por sorpresa.

En su afán por salir del país a cualquier costo, los elementos antisociales volaron el dispositivo de protección del lugar y sorprendieron a los combatientes a quienes neutralizaron. A pesar de la resistencia fueron golpeados, atados y despojados de sus armas.

Pérez Quintosa, al oír los disparos, fue hasta el lugar, donde resultó herido gravemente en desigual combate y días después, tras dura lucha por salvar su vida, falleció el 17 de febrero.

Los delincuentes al ver frustrado el intento de arrancar la nave, regresaron y ametrallaron alevosa y vilmente a los tres jóvenes. Luego decidieron escapar ante la imposibilidad de poner en marcha una embarcación.

En minutos se inicia el dispositivo policíaco. Peritos e instructores son enviados al escenario. En las lanchas encuentran un puñal. “Es del tipo que botaron de aquí, el violador”, exclama un CVP, mientras uno de los oficiales del DTI recuerda que Pérez Quintosa había hablado de un violador. Pocas horas después, en el noticiero de la TV aparecía la imagen de uno de los asesinos.

La rápida actuación de las fuerzas del MININT, del Sistema Único de Vigilancia y Protección, y la acción del pueblo, capturó en pocas horas en La Boca, en Mariel, a tres de los autores y los pusieron en manos de los tribunales. Los otros fueron detenidos posteriormente.

En febrero, tras sucesivas apelaciones de los abogados defensores a diversas instancias, es ejecutada la sentencia de la Causa 3 de ese año al aplicarse la pena capital a los dos máximos responsables del hecho. Los demás implicados recibieron diferentes sanciones.

Aquel no era el primer acto terrorista contra nuestro pueblo, pero sí uno de los mayores y más atroces cometidos en Cuba. Aquel fatídico día, algo imposible de olvidar, el pueblo cubano en interminable fila desfiló frente al edificio del Ministerio del Interior para rendir tributo a los combatientes caídos en el crimen de Tarará.

Basta con hojear la prensa de hace 20 años para comprobar los dolorosos testimonios de familiares, amigos y compañeros, quienes llenos de rabia y dolor comprendían porqué Yuri, Rafael, Orosmán y Rolando se convertían desde entonces en ejemplo para los jóvenes del presente y de la posteridad.

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