CUBA, ¿QUÉ SERÍA DE TI?
¿Quiénes fueron ellos? ¿Cómo crecieron? ¿Cuáles eran
sus sueños? Los había de múltiples oficios, orígenes, religiones o ideales
políticos. Eran de edades diferentes.
Los unió un camino, un trayecto, una idea, un hecho. El
asalto al Cuartel Moncada los arrebató del anonimato, les cambió sus rutinas y
desde la confidencialidad los renombró para siempre como Generación del
Centenario.
Aquel cubano inmenso de Dos Ríos hubiera cumplido 100
años en 1953. Pero el deseo de ver a Cuba libre le puso grilletes al tobillo en
su niñez de apenas 16. Así son los jóvenes, cuyos ideales no caben en tan
tiernos cuerpos y sus mentes vuelan, escapan las ganas y la pasión los pone de
frente a la vida.
Difícil resultaba amanecer cada día con el cielo gris y
no tener más estrellas para alumbrar la noche que la esperanza de que el
Programa del Moncada se cumpliera en cada rincón de la Patria necesitada.
Fue así como salieron musitando un himno liberador: “la
sangre que un día se derramó, nosotros no debemos olvidar…”, se despidieron en
aquel julio luctuoso y carnavalesco de la novia o la madre o el hijo, para ir
por unos días a casa de un amigo y no regresaron hasta traer en alto “la
bandera más bella que existe”.
El amasijo de ráfagas, de sangre, de hombres en busca
de una Cuba mejor hizo cambiar las cosas. La tortura, la cárcel, el mar, el
monte y el llano los reunieron nuevamente para que la Patria los contemplara orgullosa.
“En julio como en enero” nacieron rosas blancas y
palomas se posaron en el mejor de los hombros para asegurar que todo iba bien.
Los fusiles de la libertad no dejaron morir al Apóstol y le aseguraron al
pueblo del enero victorioso que la lucha ahora sería más dura.
La Revolución estaba hecha, la sangre de la Generación
del Moncada no había caído en vano.
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